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Decía el que fuera ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo que los errores y los despropósitos se pagan. Y España está pagando ya, y caro, los desvaríos del Gobierno con mención especial para el vicepresidente segundo. Un Pablo Iglesias que, a la vista de lo que sucede, está actuando como canciller de hecho, en detrimento de la titular oficial de la cartera, Arancha González Naya, que figura pero que no ejerce o lo hace muy poco.